Traktate
Prof. Dr. Werner Gitt
Spanisch: Wunder der Bibel
Los milagros de la Biblia
Wir leben im 21. Jahrhundert und haben gerade in den letzten Jahrzehnten von überwältigenden Erfolgen der Wissenschaft gehört: Dem Menschen gelang der Flug zum Mond, das Schaf Dolly wurde geklont und das Genom des Menschen sequenziert.
Kann man in solch aufgeklärter Zeit noch an die Wunder der Bibel glauben? Sind die Auferstehung der Toten, die plötzliche Heilung von Schwerkranken oder physikalische Wunder wie die augenblickliche Stillung des Sturmes auf dem See Genezareth dem heutigen Menschen noch zumutbar? Der Autor und Wissenschaftler Werner Gitt geht in dieser Schrift auf diese und ähnliche Fragen ein.
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Los milagros de la Biblia
A primera vista, los milagros parecen algo poco realista en nuestros días marcados por la ciencia. La segunda mitad del siglo pasado nos ha traído conocimientos y logros extraordinarios en el campo de la ciencia y tecnología:
- En 1938 el inventor alemán Konrad Zuse (1910-1995) construyó el primer ordenador programable del mundo.
- El 3 de diciembre de 1967 Christiaan Barnard (1922-2001), médico surafricano, transplantó por primera vez con éxito un corazón humano.
- El 21 de julio de 1969 el primer hombre puso su pie sobre la luna. El astronauta Neil Armstrong exclamó orgulloso desde nuestro satélite: „Este es un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad.”
- El embriólogo escocés Ian Wilmut clonó en 1996 la oveja Dolly.
Estos pocos ejemplos podrían dar la impresión de que apenas quedan barreras para el hombre. Con toda esta fe en la ciencia, muchos contemporáneos nuestros tienen problemas con la Biblia. Objetan que hay muchas cosas en “el libro de los libros” que no se pueden comprender científicamente, como p. ej.:
- el nacimiento virginal
- la resurrección de los muertos
- que los ciegos puedan ver y los cojos andar otra vez
- que álguien mande al sol que “se pare”
Tenemos que hacer frente al fenómono de los milagros bíblicos y nos planteamos la pregunta, si el hombre moderno del Siglo XXI puede tomarlos en consideración hoy en día. En un primer paso vamos a comenzar por dar como respuesta una definición interina D1 de lo que es un milagro:
D1: Un milagro nos causa asombro, porque aparece inesperado e impredecible contradiciendo a nuestra observación normal.
Si los milagros son algo inesperado, ¿entonces qué es lo esperado?
Esta pregunta nos ayuda a poner una línea divisoria clara entre los milagros (lo que no se espera) y lo que no es un milagro (lo que se espera). Todos los acontecimientos en nuestro mundo transcurren dentro de un marco de leyes fijas. Este orden inalterable es lo que llamamos las leyes naturales. Después de todo lo que sabemos, las leyes naturales son constantes – son inalterables desde su establecimiento durante la creación. Otorgan un amplio margen para los más variados inventos y descartan muchos procesos que sólo funcionan en nuestra imaginación.
Las asombrosas leyes naturales
¿Somos capaces de asombrarnos aún ante la eficacia de las leyes naturales? Realizan cosas imponentes. Hace poco estuve en el puerto de Hamburgo y observé cómo un barco hacía maniobras lentas en el agua. Mientras lo observaba me vino a la mente una ley natural descubierta ya por Arquímides (285-212 a. C.): el llamado principio de Arquímedes establece que todo cuerpo flotante en un fluido desaloja la cantidad del líquido en el que está flotando que equivale exactamente a su mismo peso.
¿Somos conscientes de lo asombroso que es este hecho? Por ejemplo, si una rata entra a bordo, entonces el barco reacciona inmediatamente y se hunde en el agua justo en la medida que corresponde al peso de la rata, desalojando la cantidad de agua equivalente al peso del animal. Si quisiéramos calcular cuánto se hunde el barco con esta nueva situación, no seríamos capaces de hacerlo. No conocemos la forma exacta del barco, en algunas partes se ha desprendido la pintura, y quizás asome un poco la hélice fuera del agua. Todos estos aspectos, sin embargo, tienen que entrar en el cálculo. En la realidad esto ocurre en el momento, y con suma exactitud. ¿Quién manda a las moléculas de agua apartarse un poco, para que el barco se hunda justo en equivalencia al peso de la rata?
Esta ley natural tiene validez para todos los barcos del mundo, no sólo para el de Hamburgo. Tiene validez para el patito de goma en la bañera, y también para el pato de verdad en un lago o río. Nadie podría calcular la profundidad de inmersión de un pato, por la forma y estructura incalculable de las plumas. ¿Quién se preocupa de que constantemente se efectúe el cálculo de las condiciones para esta ley natural tan simple, pero con consecuencias tan complicadas, para que pueda cumplirse con exactitud en cada momento y lugar? Pues, álguien tiene que haber que haga estos cálculos y realice todo según los resultados, ¿no?
¿Quién se preocupa de que se cumplan las leyes naturales?
Efectivamente, es cierto que hay alguien que se preocupa del cumplimeinto de las leyes naturales. De Él leemos en la Biblia, en Colosenses 1:17: „por él todas las cosas subsisten“. Este sustentador del mundo es al mismo tiempo también aquel por medio del cual todas las cosas fueron creadas: „Porque por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; ... todo fue creado por él y para él“ (Colosenses 1:16). Éste, el Creador de todas las cosas, es también su Sustentador; es el Señor Jesucristo. Dicho de otra manera: Jesucristo tiene la supremacía sobre todas las cosas, desde el microcósmos hasta el macrocósmos.
La creación misma es un acontecimiento que tuvo lugar sin hacer uso de las leyes naturales. El Creador diseñó y ordenó todo con su autoridad, el poder de su palabra y su sabiduría. Para ello no tuvo necesidad de las leyes naturales. Las leyes naturales, por lo tanto, no son la causa, sino el resultado de la creación. Después de concluída la creación, se pusieron „en marcha“ las leyes naturales, de modo que todos los procesos ahora ocurren de acuerdo con estas leyes. Jesucristo es la garantía de que en todas partes y siempre estén en vigor. Para conseguirlo no necesita ordenador ni otros utensilios. Su palabra todopoderosa es suficiente. En la Epístola a los Hebreos, en el capítulo 1, versículo 3 leemos de Él que sustenta „todas las cosas con la palabra de su potencia“. Desde el punto de vista científico, este acto de sustentar todas las cosas queda expresado en las leyes naturales. En su totalidad forman un marco, dentro del cual transcurren todos los procesos de este mundo.
¿Entonces no queda lugar para los milagros?
En la práctica, las leyes naturales tienen el efecto de un „tribunal supremo“, que decide si un proceso en nuestro mundo es lícito o no. La mayoría de los procesos complejos en nuestra creación (como p. ej. el funcionamiento del cerebro, el desarrollo embrional etc.), aunque para nosotros los humanos son inimitables y „maravillosos“, no violan ninguna ley natural. Puesto que su actuación es previsible y esperada, no calificamos de milagro ni siquiera las cosas más complejas e incomprendidas de nuestro mundo. Después de estas consideraciones, pues, podemos dar ahora una definición más precisa de lo que es un milagro:
D2: Los milagros son acontecimientos en el lugar y en el tiempo, que ocurren fuera del marco de nuestras leyes naturales.
Los humanos somos incapaces de derogar o abolir las leyes naturales. Por eso el hombre no puede hacer milagros. La Biblia nos narra numerosas situaciones en las que Dios o Jesucristo obraron milagros, como p.ej.:
- el paso del pueblo de Israel por del Mar Rojo
(Éxodo 14:16-22) - el día largo de Josué (Josué 10:12-14)
- el calmar una tormenta (Marcos 4:35-41)
- Jesús camina sobre el agua (Juan 6:16-21)
- La curación del ciego de nacimiento (Juan 9:1-7)
- La alimentación de 5000 hombres (Juan 6:1-15)
- La resurrección de Lázaro (Juan 11:32-45)
Nota: Es verdad que en algún momento ha habido humanos que han hecho cosas que están fuera del marco de las leyes naturales, pero lo hicieron en nombre de otros poderes. O bien
- son discípulos de Cristo, autorizados por su Señor [p.ej. cuando Pedro camina sobre las aguas“ (Mateo 14:29), o cuando sana en el nombre de Jesús a un paralítico delante del templo (Hechos 3:1-9)], o bien
- son magos y gurús controlados por poderes demoníacos [los magos de faraón en Egípto (Éxodo 7:11-12)].
Los milagros atestiguados en la Biblia ¿se pueden explicar con ayuda de las leyes naturales?
Dios puede actuar dentro del marco de las leyes naturales, pero más a menudo obra fuera de ese marco. Santiago 5:17-18 nos cuenta de Elías y que su oración impidió que lloviera en 3 años y medio, y después de orar de nuevo, inmediatamente llovió. Dios ha obrado en ese caso cumpliendo su voluntad. No obstante, ningún meteorólogo afirmaría que alguna ley natural habría sido violada.
En la época de la ilustración el afán era examinar todos los textos bíblicos para ver si se podía explicar lo relatado allí de forma natural. Los milagros fuera de las leyes naturales fueron rechazados como imposibles y los relatos bíblicos en cuestión tachados de falsos.
En la mayoría de los casos, los acontecimientos de la Biblia no se pueden ni se deben entender dentro del marco de las leyes naturales. Dios obra soberanamente. Él es el legislador, el que dio las leyes naturales y por eso no está sometido a ellas. En lo que hace no tiene limitación alguna, porque „ninguna cosa es imposible para Dios“ (Lucas 1:37). Su voluntad es hecha.
La creación misma, tal y como está descrita en Génesis 1, es el primer milagro relatado en la Biblia. En seis días creó un cósmos maravilloso y toda la vida sobre la tierra, según sus ideas y su propósito.
El hecho de que el hijo de Dios se hiciera hombre es un milagro extraordinario y un misterio divino: La virgen María quedó encinta por medio del Espíritu Santo. De esta forma Jesús entró en nuestro mundo siendo Hijo de Dios y al mismo tiempo hijo del hombre. Por su muerte en la cruz pagó por nuestros pecados y se convirtió en nuestro fiador de la vida eterna.
La resurrección de Cristo es otro acontecimiento marcado que escapa a toda explicación con ayuda de las leyes naturales. Todo intento de interpretarlo con la biología o la medicina pasan por alto el sentido propio. La resurrección fue un acto especial de Dios y ocurrió fuera de las leyes naturales.
¿Por qué hizo Jesús milagros?
Los milagros de Jesús no se pueden separar de su mensaje. No bajó del cielo con una nota en el pasaporte „Hijo de Dios“, sino que se acreditó por la autoridad de su palabra y obra como enviado de Dios. Las señales y los milagros que le acompañaban subrayaron su autoridad como Creador, Salvador y Rey eterno. Eran una parte integral de su misión y doctrina.
Después de todo lo que hemos visto, podemos definir ahora con más precisión todavía los milagros obrados divinamente:
D3: Los milagros son hechos y acontecimientos asombrosos y extraordinarios, obrados por Dios o su Hijo, transcurriendo casi siempre fuera de la vigencia de las leyes naturales.
A diferencia de los efectos demoníacos, los milagros de Dios sirven
- para su gloria [p.ej. la creación (Salmo 19:1), la curación del ciego de nacimiento (Juan 9:3)]
- para socorrer a los hombres [p.ej. el agua de la roca en el desierto (Éxodo 17:1-6), los cuervos proveen alimentos para Elías (1 Reyes 17:6)]
- para fortalecer la fe [p.ej. el vino en la boda de Caná (Juan 2:11)]
- o para salvar de una emergencia [p.ej. la tormenta calmada (Marcos 4:39)]
El milagro de la fe
Uno de los mayores milagros en nuestros días es cuando hombres y mujeres acuden al llamado de Jesús hallando la vida eterna. Para ello no es necesario desactivar las leyes naturales, sólo se requiere un cambio de pensamiento. En el libro de los Hechos, capítulo 16:23-34 hallamos el ejemplo del carcelero que experimenta este cambio de una vida lejos de Dios a una vida en la fe. „—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?“, esa era su pregunta, a la que Pablo y Silas contestan: „—Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa“.
¿Por qué no dijo Pablo: „Cree en Dios“? Seguramente, el carcelero hubiera contestado: dioses tenemos de sobra aquí en Grecia – Zeus, Cronos y Rea, Poseidón, Hades, Apolo, Artemisa y Hermes“. Pero Pablo habla de Jesús, el crucificado y resucitado. Sólo en Él se puede tener la salvación y la vida eterna. Cuando el carcelero preguntó cómo ser salvo, sólo hubo una única respuesta – y ayer como hoy es la misma: ¡Jesús! Este hombre lo comprendió y recibió a Jesús como su Salvador personal.
Es muy notable el tiempo que este hombre tardó en tomar una decisión. A medianoche escuchó por primera vez el camino de la salvación. Probablemente Pablo y Silas hablaran detenidamente con él, pero – aunque se tratara de un par de horas, todo ocurrió en un mismo día. Esto podría ser alentador para algún lector que oiga por primera vez el evangelio. No es necesario haber escuchado 23 o 168 sermones para convertirse. La fuerza del evangelio actúa al momento. „El milagro de la fe“ ocurre sin que tengamos que sobreponernos a las leyes naturales. Lo difícil es saltar los muros de nuestra voluntad:
- los muros de nuestra forma de pensar abarrotada
- los muros del orgullo y la justificación propia
- los muros del corazón endurecido
Lo que ocurre en la persona que cree y se convierte sobrepasa todo lo que humanamente podemos comprender e imaginar. Del camino de perdición pasa al camino de la salvación y ese mismo día se hace ciudadano del cielo: „Porque nuestra ciudadanía está en los cielos“ (Filipenses 3:20). Aquí vemos que creer personalmente en el Señor Jesucristo y convertirse es lo más grande que puede acontecernos en esta vida. ¡Decídase Usted también hoy mismo por una vida con Jesucristo! Con la siguiente oración puede entrar en esta fe salvadora e inscribirse en el cielo:
„Señor Jesucristo, mi deseo es llegar al cielo. Límpiame de todo orgullo y de los demás pecados de mi vida. Creo que tú eres Dios y que viniste a esta tierra como hombre por amor de nosotros. Creo que moriste por mí y que resucitaste de los muertos. Tú eres mi Salvador. Confío en tí y te recibo ahora en mi vida. Por favor entra en mi corazón y sé tú el Señor de mi vida y guíame seguro hasta la meta. Amén.
Profesor retirado
Dr. Ing. Werner Gitt